CAPÍTULO 9
Nos vamos para Madrid
Todo se precipitó muy rápido pues donde iba a ser junio o julio, se convirtió en Enero. La verdad que no fue muy difícil ponernos de acuerdo
para que aceptara venirse conmigo para Madrid. Salvo el tener que dejar a su
madre tan lejos no había más impedimentos. Su empleo lo dejaba con gusto
después de haber estado trabajando desde muy joven. Deseaba dedicarse un
poco a ella misma, a disfrutar de la vida y teníamos la intención de crear una familia,
además con mi nuevo sueldo podríamos vivir desahogadamente en Madrid.
Ella partió unos días antes en avión para ir viendo
pisos de alquiler en las zonas que previamente habíamos elegido, y yo salí días
después en el Ferry que va de Las Palmas hasta Cádiz para poder llevar el
coche. Cuatro días y tres noches tarde en recorrer la distancia, período que
pasé en el camarote vomitando lo poco que lograba echarme al estómago. Nunca fui
un lobo de mar, para que negarlo.
Días más tarde cuando llegué a Madrid, con un par de
kilos menos, Veva había alquilado un precioso apartamento amueblado de dos dormitorios
en la calle Clara del Rey frente al Colegío Claret. El colegio de mi niñez.
También estaba cerca de Torres Blancas, una emblemática
construcción de los años 60, que fue terminada en 1968.
Yo recuerdo ir viendo su progresiva construcción
cuando íbamos o salíamos del colegio. Mis padres vivían en La Avenida de América esquina con Francisco Silvela, a diez minutos andando.
Veva disfrutaba de la vida mientras yo estaba en el
despacho. Las jornadas eran más prolongadas que en Las Palmas y echaba de menos
el poder ir caminando al trabajo, pero todo eso lo superaba ampliamente al ver
la alegría y su sonrisa al llegar a casa.
Me cuidaba como a un príncipe, y los fines de semana
nos dedicábamos a recuperar mis viejas amistades, que enseguida pasaron a ser de ella también. Ahora era yo el cicerone que le
mostraba los bellos rincones de Madrid, sus Museos, sus Monumentos y su
gastronomía típica.
Como en todas las historias hay una parte más dramática
que debo contar.
En aquellos años ETA estaba en plena ola de
atentados en la capital de España, y nos tocó vivir algunos de ellos.
El atentado al restaurante El Descanso el 12 de
abril de 1985 no nos sorprendió, aquel viernes, porque en el último momento decidimos
quedarnos en casa con unos amigos, (Pilar y Juan Carlos todavía los recuerdo) en lugar de ir a cenar, sus magníficas
costillas a la brasa con una salsa barbacoa única, como teníamos previsto.
El 9 de septiembre de ese mismo año por cuestión de
minutos no me tocó el atentado de la Plaza de la República Argentina donde
murieron doce guardias civiles, porque yo pasaba siempre por esa plaza para ir
al trabajo diez minutos después de que se produjera la explosión a las 7,20 h. de
la mañana.
Volviendo a nuestra historia, ese año 1985, nos
fuimos a pasar las vacaciones de verano a un pueblecito de Almería, San José.
En él, veraneaban siempre mi hermana, mi cuñado y sus cinco hijos, a los que yo
había cuidado muchas veces desde pequeñitos.
La vida en San José se componía de playa, comida y
hacer el amor cada vez que podíamos, muchos días vimos el amanecer desde el
balcón con las gotas de sudor corriendo por nuestros cuerpos extenuados, después de una noche de pasión.
Allí, echando cuentas a posteriori engendramos a
nuestra hija Tania, que nació nueve meses después, un 23 de junio de 1986, pero
esto lo dejo para un siguiente capítulo…
U N abrazo.
ResponderEliminarPrecioso tu bloc un abrazo y gracias por conpartir un trozo de tu vida
ResponderEliminarQue linda historia y que gran compañera tuvo a su lado. Espero el próximo capítulo con interés y emoción.
ResponderEliminarGracias por compartir tan bonita historia
ResponderEliminarPreciosa historia gracias por compartir algo tan bello, felicidades
ResponderEliminarPrecioso
ResponderEliminarHermosa historia!
ResponderEliminar