CAPITULO 6

Una pedida de mano singular

Los días pasaban y para nosotros siempre era viernes, sentíamos esa ilusión que se despierta cuando somos jóvenes y se acerca el fin de semana.
El mes de agosto estaba tocando a su fin y cada vez se nos hacía más difícil pasar un minuto separados.
Creo que fue cenando en el restaurante Italiano que nos gustaba frecuentar por su deliciosa lasaña, donde la propuse buscar un piso más grande que el apartamento-estudio de la Playa de Las Canteras e irnos a vivir juntos.
No lo dudó un solo momento y brindamos con una copa del vino rosado espumoso, Mateus Rose.
Ese día tuvimos la suerte de que pasara un fotógrafo de esos que se ganaban la vida recorriendo restaurantes con una cámara instantánea Polaroid para inmortalizar el momento para siempre.

A su madre, Lolita, ya la conocía y era una mujer excepcional en todos los sentidos. Dicen que si ves cómo es la madre sabrás cómo será la hija de mayor. Por desgracia eso no lo he podido comprobar, ya que Veva se fue muy joven, pero en aquel momento no sabía lo que me deparaba el destino y me parecía excelente.

Ni ella ni yo hemos sido mucho de convencionalismos, por lo qué en lugar de un anillo, y como le gustaba fumar, le compré un “Dupont de plata”.

Una de esas tardes de agosto de 1983 me presenté en su casa, me senté delante de sus padres y les comuniqué que su única hija y yo, nos íbamos a ir a vivir juntos el día uno de septiembre. Solo hubo caras de alegría por su parte y por la nuestra. La madre notaba el amor que sentía por su hija. Esas cosas las madres las notan, no me digas como, pero las notan.

Los siguientes días estuvimos visitando pisos en alquiler y dimos con uno precioso, amueblado con mucho gusto y cerca de su trabajo y del mío. El piso estaba en el número uno de la Avenida Mesa y López, no recuerdo si era un sexto o séptimo, pero tenía un balcón grande que daba a la propia avenida y como casi hacía esquina con la Avenida Marítima, también veíamos el océano a lo lejos.

Los últimos días de agosto los dedicamos a trasladar nuestras cosas y a dejar la casa lista, y no esperamos al uno de septiembre para empezar a vivir juntos, nos adelantamos por unos días, a lo que nadie puso pega.

Cuando pienso la ilusión que nos hacía comprar detalles para la casa…
Veva siempre convirtió las casas en las que vivimos, de simples pisos en un hogar con todo lo que ello significa.

Aquellos dos años que vivimos en aquel piso fueron como una luna de miel, deseando salir de los respectivos trabajos para estar abrazados frente al televisor, o leyendo, o cocinando. Todo lo hacíamos juntos. Los fines de semana salíamos a diferentes lugares de Gran Canaria a pasar el día. En esta primera época aunque salíamos con amigos, nos gustaba disfrutar el uno del otro en soledad.

En el próximo capítulo nos vamos a Lanzarote…

Comentarios

  1. Hola Vic , saludos, me gustó tu historia, cómo iniciaste tu relación de pareja,

    ResponderEliminar
  2. Siempre nos dejas con ganas de más...

    ResponderEliminar
  3. Querido Victor; es tan bonito lo que describes, que siento un poco de 'envidia" sana, por ese maravilloso amor, que vivíais con tanta intensedidad y pureza.

    ResponderEliminar
  4. Grande Victor, preciosa historia vivida!

    ResponderEliminar
  5. Me encanta leerte, con ganas de más!! Un abrazo!

    ResponderEliminar
  6. Que bonito lo cuentas me parece que estoy leyendo un libro d verdad

    ResponderEliminar
  7. Que bonito lo que cuentas me gusta leerte

    ResponderEliminar
  8. Dos años para no olvidar, amigo. ¡Lindo recuerdo!

    ResponderEliminar
  9. Me encanta tu historia!
    La sigo con tanto interes!
    El amor debe vivirselo así, con entrega total!
    Te felicito Victor!
    😘

    ResponderEliminar
  10. Una bella historia de amor
    imposible de olvidar!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario