CAPÍTULO 13
La Venezuela de enero de 1995,
parte I
Ya desde el aire antes de tomar
tierra en el aeropuerto de Maiquetía, se podían ver los barrios marginales,
repletos de ranchitos, que envuelven desde las elevadas laderas la capital de
Venezuela, Caracas.
La primera impresión que
recibimos al descender del avión y recoger nuestro equipaje, es que estábamos bajo
vigilancia militar. Sabíamos que el Presidente del país, Rafael Caldera, había sobreseído
la causa contra los militares insurrectos un año antes, y había mucha
intranquilidad e inseguridad por las calles, tal como le contaba Rosmari a
Veva, y que más tarde pudimos comprobar en nuestras propias carnes.
El encuentro entre las dos fue
un momento emocionante y lleno de lágrimas, abrazos y frases de cariño.
Abrazadas y olvidándose del mundo, mientras nosotros con las maletas y hablando,
nos dirigimos a un Ford todoterreno inmenso.
Cuando nos acomodamos en el
vehículo, él sacó de la cintura un revolver del 38 que llevaba oculto y lo
depositó entre el asiento del conductor y el freno de mano. Ahí fue donde nos
dimos cuenta por primera vez que estábamos en un país donde la ley la marcan
los propios ciudadanos, y tu vida vale menos que unas zapatillas de marca, un
reloj, o una cadena de oro. Por supuesto todo esto me lo hizo quitar
inmediatamente y lo guardamos en la mochila.
La idea era quedarnos un par de
días en Caracas para visitar la ciudad. Ir a la colonia Tovar, que es un
asentamiento creado en 1853 por un grupo de inmigrantes alemanes, y que está
situada a unos 65 Km de Caracas a 2000 metros de altura, y también cerrar un
negocio que Jusepino (en adelante le
llamaremos Pino), tenía pendiente, antes de dirigirnos a su casa en Valle de La Pascua.
Nos alojamos en un hotel
céntrico que Pino había reservado, y pese a tener una apariencia externa
bastante aceptable, las habitaciones podían ser de un hotel de dos estrellas en
España.
El calor era insoportable al
igual que la gran cantidad de humedad en el ambiente. En todos los lugares el
aire acondicionado estaba al tope de su potencia, incluido en el inmenso todoterreno
Ford.
Esa noche fuimos a cenar a un buen
restaurante previa reserva. Sin bajar las ventanillas del coche, no solo por el
calor sino por nuestra seguridad. Llegamos a las puertas del restaurante y dos
vigilantes armados nos permitieron el acceso al parking después de comprobar nuestra
reserva y echar un vistazo al interior del coche. Aquello parecía una película
de narcos.
Cenamos espléndidamente, y yo les
invité a la cena y a la copa de después, ya que en el mismo local, había espectáculo
para evitar andar de noche por la ciudad. Pino me señaló a varios comensales,
que pertenecían a altos cargos del gobierno.
La cena me costó 68.000 bolívares,
al cambio unas 16.000 ptas., con una salvedad importante, dicha cantidad era el
sueldo medio semanal de un trabajador. 16.000 pesetas en España de aquel año, es decir cuatro mil por comensal era un precio barato para todo lo que cenamos y bebimos.
Al día siguiente por la mañana subimos a la Colonia
Tovar, por cierto, preciosa, y con unos 20 grados menos que en Caracas, por la
tarde Pino cerró el negocio que consistía en comprar un montón de cajas
registradoras para venderlas en el Valle
de la Pascua, que es la ciudad capital del municipio Leonardo Infante, en el
estado Guárico. La ciudad se encuentra en los llanos centrales de Venezuela a
unos 280 Km. de la capital.
Cuando nos pusimos en
camino al siguiente día con el todoterreno a reventar entre las maletas y las
maquinas compradas el día anterior, y vi cómo eran las carreteras, le pregunté
a Pino que cuanto tardaríamos en llegar.
Con toda tranquilidad me contesto:
Con toda tranquilidad me contesto:
-Esta noche con suerte
cenamos en casa
Lo de la suerte más
tarde comprendí el significado en toda su extensión.
También le comenté:
-Esta noche hemos oído fuegos artificiales desde nuestra habitación, es que se celebra algo...
Rosamari y Pino sonrieron
-No son fuegos artificiales, son disparos, es habitual en Caracas de noche.
Ahora fuimos Veva y yo los que nos miramos y nos entró la risa floja
Cada pocos km., había
una carretera peor que la anterior, eso sí, con unas cabinas de peaje, muy
barato, pero que había que abonar.
Las gandolas, como
llamaban allí a los camiones tráiler americanos. Circulaban a sus anchas y eras
tú quien tenías que apartarte de su camino. Las líneas continuas o discontinuas
y las señales de tráfico, desaparecían a medida que nos alejábamos de Caracas y
en su lugar cada vez aparecían más baches. Aunque la palabra exacta sería
socavones.
El paisaje era extraordinariamente
verde y selvático, y había zonas donde se notaba que aún no había llegado la
mano del hombre.
Paramos a comer en un típico
asadero de carretera, nos encantó.
En una zanja grande,
con el fondo lleno de ascuas, tienen una pieza de carne atravesada por un palo
y girando durante todo el día. De esta forma puedes pedir la carne más o menos
hecha dependiendo de la parte que la cortan en el momento. Otra exquisitez son
las salsas picantes que acompañan a esta deliciosa, tierna y sabrosa carne de vaca
vieja.
Después de comer
continuamos viaje por carreteras muy sinuosas que algunas veces parecían no tener
salida y rodeadas de árboles inmensos. Fue en una de estas donde un control
militar nos paró y uno de los soldados, el sargento que mandaba, metió la
metralleta dentro del coche por la ventanilla de Pino. Empezaron a discutir, yo
miraba a Pino y el revolver que estaba a la vista, y miraba al militar pidiéndole
facturas y papeles de las máquinas que ocupaban toda la parte trasera del
todoterreno, y el resto de los militares mirando a las mujeres. En mi vida me
he visto en una situación tan delicada, yo pensaba que nos metían un tiro,
violaban a las chicas y nos enterraban allí mismo. En aquel lugar no nos encontrarían
nunca. Me vino a la cabeza mi hija, que se había quedado en Las Palmas con la abuela Lola. Todo esto paso por mi cabeza en décimas de segundo.
Después de discutir un
rato parece que las aguas volvieron a su cauce, cosa que se consiguió mediante
unos bolívares entregados hábilmente entre los papeles, dejándonos continuar.
Nos explicó Pino que
era normal estas discusiones entre vehículos de alta gama como aquel y soldados
con el fin de obtener un poco de dinero, pero había que hacer el paripé para
que el resto de la tropa no se enterase y no tener que repartir el botín
obtenido.
Aparentemente
abandonamos el terreno selvático para adentrarnos en unos llanos inmensos con
unas carreteras de largas rectas, donde a derecha e izquierda y a lo lejos se
veían pequeñas aldeas habitadas.
Durante unos Km., noté
a Pino más tenso de lo normal y pisando más de la cuenta el acelerador del
vehículo a la vez que esquivaba baches. Todos nos mirábamos entre nosotros
extrañados de aquel comportamiento que no entendíamos. Pasado un rato nos
detuvimos a las afueras de un pueblito a tomar un refresco y fue entonces donde
nos explicó:
-La zona que hemos
pasado hace un rato es una zona que pertenece a dos bandas que están en lucha
por hacerse con el territorio y si te asaltan estás perdido porque te quitan
todo lo que llevas y lo demás lo podéis imaginar…
Yo pedí que le pusieran
bastante ron al refresco y Veva se agarraba a mi como preguntando ¿dónde nos
hemos metido?
El viaje llegó a su fin
sin ninguna incidencia más y por fin veíamos el Valle de La Pascua.
Ya estábamos en zona
familiar para Pino y Rosmari y antes de ir a su casa paramos en una tienda que
vendía pan, bollos, arepas. Me sorprendió ver en la puerta un hombre de
seguridad con una escopeta de cañones recortados, se supone que para impedir
asaltos a la tienda. Si esto era así que medidas tenían en las joyerías o los
bancos.
Pero esto lo dejo para
un siguiente capítulo…
Seguro fue una experiencia increíble! Qué valientes fueron en aventurarse allá. No es poca cosa, soy de México y puedo imaginar que sería similar a meterse a pueblos dominados por el narco.
ResponderEliminarExcelente tu forma de relatar :). Estoy al pendiente de más capítulos, saludos.
Cada historia es mas interesante
ResponderEliminarMuy interesante relato.
ResponderEliminarSoy venezolana y jamás me imaginé que habías estado en Venezuela, que buena historia a pesar de todo lo malo se que viviste una gran experiencia.
ResponderEliminarDebe habe sido impactante llegar de sus vidas tranquilas en España a un país tan distinto.
ResponderEliminarMe encanta tu historia y tu forma de contarla!
🤗😘